Antonio Pozo Indiano
MIGUEL CABAÑAS:
«España le debe a
Felipe II un pasado glorioso»
Felipe II es un
malvado de la Leyenda Negra, «el demonio del sur», que antes preferiría perder
sus Estados «y cien vidas que tuviese que reinar sobre herejes». Felipe II fue
uno de los grandes mecenas de su tiempo y defensor de los derechos de la
población indígena de América... Como bien sabe el historiador Miguel
Cabañas (Madrid, 1965), autor de «Breve historia de Felipe II» (Nowtilus,
2017), el Rey Prudente fue muchas cosas y tiene muchas caras. Que después de
todo lo que se ha escrito en los últimos años aún queden dudas sobre quién era,
habla de la complejidad de un personaje hermético en sus gestos públicos y con
problemas para el trato social.
–¿Qué te atrapó del
personaje y por qué causa esa fascinación aún hoy?
–Desde pequeño me
asombró. Cuando iba a El Escorial con
mis padres y veía sus retratos y luego lo que hizo, la curiosidad me penetró
por todos los fueros. Cada cosa que leía de él me gustaba más, y veía más
facetas a descubrir. El siglo XVI español me atrajo, además, por todas las
connotaciones que tuvo para nuestro país. En aquel siglo, España imponía la
moda, la religión y la política en el mundo.
–¿Qué queda por
contar de un personaje tan estudiado?
–A pesar de que mi biografía es un libro de
divulgación, como experto y doctor tengo un perfil académico. Aporto algunas
teorías de mi cosecha, como por ejemplo que eligiera a Madrid como capital
porque su infancia se desarrolló aquí. Creo que influyó esa añoranza hacia el
único tiempo en el que fue feliz. No obstante, aunque Parker tituló su
biografía como definitiva, y realmente es magistral, es un personaje que estará
siempre abierto a nuevas interpretaciones. Es poliédrico.
–¿Nunca más fue feliz?
–No se puede saber. Lógicamente un hombre
con su responsabilidad, con sus problemas, que eran literalmente globales, con
esa moral tan férrea que se imponía y esa educación cortesana tan estricta,
pues nos hace suponer que fue en la edad de la infancia, cuando jugaba con sus
amigos en las huertas de Madrid, su época más feliz.
¿Fue un Rey prudente
o imprudente?
–Prudente es el
apelativo que le pusieron en su época, así que algo de razón tendrían. Nunca se
precipitaba en ninguna decisión, de hecho justamente dilataba en exceso sus
decisiones para tenerlo todo atado y bien atado. Pero, como cualquier ser
humano, cometió muchos errores en un reinado muy largo. Cada persona es un mundo.
–Es un hombre
desconfiado por naturaleza, ¿llegó a confiar plenamente en alguien?
–Sí. Confió muchas veces en personas que,
precisamente, no debió haberlo hecho, como su secretario Antonio Pérez, hombre
de una enorme capacidad de convicción. Resulta increíble la confianza que depositó
en este personaje tan oscuro, por el que se involucró en un asunto tan
peliagudo como el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de Don Juan de
Austria, muerte que solo convenía a los intereses de Pérez. El Rey se dejó
arrastrar a una empresa que manchó su nombre y reputación, y donde no tenía
nada que ganar.
–¿Qué lugar ocupa en
comparación con los reyes de nuestra historia?
–Es un gran Rey de la Historia de España, aunque desde
nuestra concepción del mundo actual nos cueste creerlo. Nos encanta echar
piedras contra nuestro tejado pero, ¿es que la Reina Victoria no tuvo defectos?
¿O Luis XIV de Francia? Pero ni franceses ni ingleses están tan empeñados en
destacar lo malo. Para eso están los enemigos…
Felipe II es el Rey más representativo de España, guste
o no. Responsable de la máxima expansión del imperio y de cosas tan importantes
como la conquista y civilización del Nuevo Mundo, porque por muy avanzados que
estuvieran los mayas o los incas se hallaban lejos de Europa. Llevamos allí la
religión, el pensamiento europeo y las ideas grecorromanas. Es muy fácil echar
por tierra a todo eso, sin valorar lo que significó.
«Gracias a los imperios, la historia ha evolucionado: se han aglutinado los
territorios y se han intercambiado ideas»
–¿Qué le debe el mundo?
–El patrimonio artístico y cultural desde luego le
debe mucho. Felipe reunió la segunda biblioteca más rica y extensa de su
tiempo, después de la del Vaticano, además fue un gran coleccionista de
pintura, esculturas y gabinetes de ciencias naturales. Reunió, asimismo, la
mejor colección de arte oriental de aquellos años. España, por su parte, le
debe un pasado glorioso y la expansión de una forma de ser por el mundo.
Gracias a los imperios, la historia ha evolucionado: se han aglutinado los territorios
y se han intercambiado ideas. El imperialismo que representaba en este periodo
no es para mí un concepto negativo.
–Tradicionalmente se
le califica de intolerante religioso, pero no parece que fuera distinto al
resto de sus contemporáneos.
–El sentido de la
tolerancia que tenemos hoy procede de la Ilustración y del Romanticismo. En la
época de Felipe II había gente más dispuestas que él a dialogar y a ser más
pragmáticos en las cuestiones religiosas en aras a un entendimiento. Por
ejemplo, Catalina de Médicis,
regente de Francia, que promovió negociaciones de paz entre católicos y
protestantes. Sin embargo, hay que recordar que aquello no le sirvió de nada,
pues la intolerancia era insalvable.
Felipe II, aunque a veces fue pragmático, dejó claro
que él no quería gobernar sobre hereje y no se dejó arrastrar por los cantos de
sirena de una solución pacífica. Seguramente si hubiera hecho como Catalina de
Médicis le hubiera salido igual de mal, pues había posiciones muy
intransigentes en ambos bandos. A favor del monarca español hay que decir que
él no quería reinar sobre herejes, pero tampoco se metió a decirle a Isabel I o
a otros reyes protestantes cómo debían actuar en materia religiosa. Si luego
llegaron a las manos con Inglaterra fue, más bien, porque la Reina inglesa se
pasó años minando la reputación de la Monarquía española, no porque Felipe II
se metiera con los gobernantes de otros estados. Eso hace que no sea muy exacto
dibujarle como alguien exageradamente intolerante para aquella época.
–¿Qué había detrás
de esa imagen de Rey inaccesible y grave?
–Era muy tímido. Él se construyó una imagen de alguien
inaccesible para aumentar su aura de todopoderoso, pero detrás se escondía
timidez e inseguridad. Tal vez, si le hubieran dado a elegir de pequeño hubiera
elegido ser un monje, es decir, vivir alejado del trato público. No le gustaban
las relaciones sociales y no tenía fácil trato con la gente. Por cierto, no
siempre fue de negro, que era un símbolo de poder y elegancia entonces. En su
juventud se casó completamente de blanco y en su segunda boda de plata. Se puso
el negro tras enviudar cuatro veces y tras la muerte de hermanos e hijos, que
eran razones de peso.
–¿Qué hay de la
imagen del Rey obsesionado con el esoterismo y las ciencias oscuras?
–La alquimia le interesaba por ver qué pasaba, por si
tenía alguna consistencia científica, pero no le causaba gran curiosidad, como
se ha dicho tradicionalmente, los temas esotéricos. No tenía como Rodolfo II e
incluso Isabel I magos de consejeros particulares, porque no creía en eso ni en
las adivinanzas. Cuestión aparte es que El Escorial tuviera una simetría mágica.
Todo tenía un significado dentro del programa iconográfico de la Monarquía,
pero no por ocultismo. En la construcción de El Escorial no hay puntada sin
hilo.
–¿Qué se necesita
para que España descubra a un Felipe II más positivo?
–Falta una película bien hecha y con presupuesto, como
las que hacen los ingleses, que no caiga en los tópicos de siempre y, por una
vez, que barra para casa. Se ha hecho muy poco, pero los retratos de Felipe son
una tomaduras de pelo, por ejemplo «Elizabeth: la edad de oro». A diferencia de
los ingleses, donde su nación está por encima de cualquiera idea política, aquí
hemos usado la historia para tirarnos piedras entre nosotros. Por eso andamos
aún enfrentados con ella.
–¿Qué opina de que
hayan sido los hispanistas quienes más han contribuido en los últimos tiempos a
redescubrir a este Rey?
–Los ingleses son
los que han creado la
Leyenda Negra y, a la vez, los que nos han dado luego una
historia limpia de polvo y paja de este monarca a través de los hispanistas.
Entretenidos en una historia política, aquí en España no se había hecho
historia de verdad hasta que vinieron de fuera. Los hispanistas como Parker,
Elliott o Kamen, que vienen de centros universitarios donde los hacen pensar,
llegaron al país cuando los archivos españoles estaban vírgenes. Cuando estaba
todo por hacer. Es vergonzoso que hayan sido ellos, pero eso no quita lo
monumental de su trabajo.
–Calificas a Felipe
II de «rey antisodomita», a raíz de otro de tus libros, «Reyes sodomitas.
Monarcas y favoritos en las cortes del Renacimiento y Barroco» (Editorial
Egales, 2012), ¿por qué?
–No cabe otro juicio
para alguien de su época. No diría que todos los reyes en ese siglo lo fueran,
porque la corte de los Valois era Sodoma y Gomorra y en Italia los estados no
hacían mucho para evitar lo que se calificaba como «vicio italiano» por su
frecuencia, pero sí era lo habitual en esa sociedad. Felipe fue muy rígido no
solo con los homosexuales, sino con cualquier desviación de la ortodoxia moral.
El régimen impuesto por Felipe II era muy duro, casi talibán, sobre todo tras
el paso del ministro Diego de Espinosa. ¡Hasta se metieron con la pobre Teresa
de Ávila! En la última década de su reinado, hubo mucha
crítica a esta rigidez moral, de modo que con Felipe III se procuró un ambiente
más distendido.
En Italia los españoles se quedaban alucinados con la
ligereza de las costumbres, y eso que era un territorio tan católico como
España, con el Papa al lado. Si se descubría a algún homosexual se decía que,
como hoy en Irán, que se habría contagiado en Italia. El ambiente de la época
de Felipe II podría compararse, salvando los siglos de distancia, a este Irán
actual en lo que respecta a la moral.
MIGUEL CABAÑAS:
«España le debe a
Felipe II un pasado glorioso»
DIARIO ABC
HEMEROTECA DEL CONDE
YNDIANO DE BALLABRIGA
La importancia de la
Berenjena para nuestra Salud
La berenjena, además de proteger el hígado y aportar
antioxidantes, es rica en fibras que ayudan a eliminar el colesterol de otros
alimentos.
Digestiva
La fibra es, aparte del agua, el principal componente de la
berenjena. De tipo soluble, favorece el buen estado de la flora
bacteriana y disminuye la consistencia de las heces, lo
que ayuda a su eliminación. La berenjena se puede considerar un alimento ligero
y digestivo siempre que se cocine de manera apropiada.
Buena
para el sistema nervioso
La presencia de vitamina B6, B1 y magnesio en cantidades
significativas la indican para reforzar el sistema nervioso y mejorar el estado
de ánimo. La vitamina B6 es especialmente recomendable durante el embarazo,
pues previene la diabetes gestacional y alivia las náuseas.
Amiga
del hígado
Las propiedades más valiosas de la berenjena no son debidas
a su riqueza en vitaminas y minerales, sino a compuestos químicos específicos
que se hallan sobre todo en la piel y las semillas.
Destaca especialmente su capacidad para reducir el
colesterol LDL. El aporte de fibra es una posible causa, pero todo indica que
la diferencia está en los alcaloides con estructura química similar a
las estatinas –medicamentos que inhiben la síntesis del
colesterol–, pero sin sus efectos secundarios.
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GRUPO
DE EMPRESAS HACENDADO CONDE INDIANO