En el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y
sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él
estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la
tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que
se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para
que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba
testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre,
viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el
mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a
cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en
su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de
varón, sino que han nacido de Dios. Y el verbo se hizo carne y habitó entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este
es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque
existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras
gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han
llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios
unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer
Evangelio
según san Juan 1, 1-18
Crestomatía
: Antonio Pozo Indiano
31-12-2018
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