Antonio Pozo Indiano
Logran detectar daños
cerebrales hasta casi dos décadas antes de que se manifiesten los primeros
síntomas de la enfermedad de Alzheimer.
Detectar Alzheimer hasta
16 años antes de que aparezcan los primeros síntomas de deterioro cognitivo y
hacerlo sólo a través de un análisis de sangre. Todo gracias a una proteína
capaz de dar el 'chivatazo' con información muy precisa sobre la progresión de
la enfermedad. Un marcador en sangre que abre las puertas a posibles vías de
tratamiento. Así lo revela un estudio que acaba de publicar la
revista Nature Medicine.
Tal y como recuerda el
principal autor de este trabajo, Mathias Jucker, "el hecho de que todavía no haya una terapia eficaz para el
Alzheimer se debe en parte a que se detecta demasiado tarde".
Sin embargo, la investigación realizada por un equipo de neurólogos de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (San Luis, Estados Unidos)
y del Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas (DZNE, por sus siglas en
inglés) podría cambiar este panorama.
Existe un biomarcador que podría utilizarse para monitorear los daños
cerebrales que se van produciendo dos décadas antes de
manifestarse los primeros signos de confusión y pérdida de memoria. Se trata de
la proteína de cadena ligera de los neurofilamentos (NfL), que forma
parte del 'esqueleto' interno de la neuronas. Cuando estas células cerebrales
se dañan o mueren, la proteína se filtra hacia el líquido cefalorraquídeo que
baña el cerebro y la médula espinal y, desde allí, al torrente sanguíneo.
Se ha demostrado que
niveles altos de la cadena ligera de
neurofilamentos en el líquido cefalorraquídeo es una prueba sólida de daño
cerebral. Pero la obtención de líquido
cefalorraquídeo requiere una punción lumbar. Por esta razón, el neurólogo
Jucker, del Hospital Universitario de Tübingen (Alemania), y un equipo
internacional de investigadores quisieron comprobar si los niveles de esta
proteína en sangre también reflejaban daño neurológico.
Atrofia cerebral
Para ello, seleccionaron a un grupo de familias con variantes genéticas raras
que causan Alzheimer a una edad temprana (entre los 30 y
50 años). Esta parte de la población brindaba la oportunidad de estudiar lo que
sucede en el cerebro en los años previos a la aparición de los primeros
síntomas. De esta manera, se analizaron las muestras sanguíneas de más de 400
personas (247 con variante genética de inicio temprano y 162 sin familiares
afectados) que se sometieron a exploraciones cerebrales y pruebas cognitivas.
Jucker y sus
colegas monitorearon la concentración de la proteína
en estos individuos año tras año. Hasta 16 años antes del
inicio calculado de los síntomas de demencia, hubo cambios notables en la
sangre. En el primer grupo, los niveles de la proteína fueron más altos al
inicio e iban incrementando con el tiempo. "Tenían más probabilidades de
mostrar signos de atrofia cerebral y disminución de las capacidades cognitivas
en sus siguientes revisiones clínicas", relata el artículo. Sin embargo,
entre quienes no tenían la variante genética, la cadena ligera de neurofilamentos se mantenía en bajas
concentraciones.
Al observar los
escáneres cerebrales, los investigadores descubrieron que la rapidez con la que
aumentaban los niveles de esta proteína iban acorde con la disminución cada vez
mayor de una parte del cerebro involucrado en la memoria: el precúneo. "Pudimos ver estas diferencias
realmente pronto, dieciséis años antes de que aparecieran los primeros
síntomas", subrayan los autores en su estudio.
Sin cura de momento
Dados los resultados,
"este podría ser un buen biomarcador preclínico para identificar a
aquellos que desarrollarán síntomas clínicos", apunta los científicos.
Antes, habrá que "confirmar nuestros hallazgos y definir el período de
tiempo durante el que deben evaluarse los cambios de esta proteína para
realizar una predicción clínica óptima", aclara Jucker. También habrá que
determinar cuánta proteína en sangre es demasiado alta y a partir de qué
momento la velocidad con la que aumentan dichos niveles serán motivo de
preocupación.
Además, hay que tener en
cuenta que el problema de esta prueba sanguínea es que "no es un marcador
específico, identifica el daño cerebral, que puede deberse al Alzheimer o a
otras afecciones neurodegenerativas como la esclerosis múltiple", apunta
Ángel Martín, neurólogo del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la
Sociedad Española de Neurología (SEN). Es decir, los altos niveles en sangre
podrían ser un signo de muchos tipos de lesiones neurológicas diferentes, no
sólo de Alzheimer.
No obstante, añade el
especialista español que comenta este trabajo, "es un paso hacia adelante
y dado que "no existe cura ni forma de evitar
este daño neurodegenerativo", lo cierto es que "la
detección precoz podría permitir desarrollar fármacos para fases en las que aún
no hay señales clínicas de demencia y, por lo tanto, se pueda prevenir".
Madrid
21 ENE. 2019 17:18
DIARIO EL MUNDO
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