Antonio Pozo Indiano
Su resistencia a asimilar otras culturas y el carácter monoteísta de su
religión provocó la hostilidad de algunos pueblos de la Antigüedad. La llegada
de la Edad Media convirtió a los hebreos en los cabezas de turco de todos los
problemas sociales.
El
carácter monoteísta de la religión judía granjeó a su población la enemistad de
muchos pueblos de la Antigüedad. Era, en esencia, el miedo a lo distinto en
un mundo poblado por religiones politeístas. La aparición del
Cristianismo, que también cree en un solo dios, significó un punto de inflexión para
los hebreos, pero a peor. Algunos cristianos presentaron a los judíos como los
responsables de asesinar al verdadero Mesías, y los usaron como cabezas de
turcos de todos los males durante la Edad Media. Esta disposición histórica fue
recuperada con la eclosión del nacionalismo en el siglo XIX y llevada a su
máxima expresión por el Régimen Nazi.
«Los
judíos han elevado su odio a la humanidad al nivel de una tradición», escribió
el griego Diodoro Sículo en su «Biblioteca histórica» del siglo
I antes de Cristo. La agresiva respuesta de los israelitas («Hijos de Israel»)
al proceso de helenización iniciado en tiempos de Alejandro Magno les ganó el
prejuicio de pueblo «ultranacionalista». En el año 168 antes de Cristo, Antíoco IV de Siria, de la dinastía
Seléucida, descendiente de uno de los generales de Alejandro Magno, asaltó Jerusalén e
impuso el culto a Zeus entre la población. Esta medida levantó una revuelta
encabezada por el clan de los Macabeos, que se mostraron muy violentos con los
enemigos capturados. Desde entonces, se encendió el recelo contra los judíos
por todas las regiones de influencia griega.
La
llegada de los romanos a Judea no mejoró la percepción que se tenía de los
judíos en el exterior. Los romanos veían en el monoteísmo judío una forma de
rebelión política, y consideraban que sus costumbres, como la prohibición de comer carne
de cerdo o la circuncisión, eran propias de bárbaros. La incomprensión
mutua, tampoco los hebreos toleraban las tradiciones romanas, dio lugar a
numerosos episodios bélicos durante toda la dominación romana. La aparición del
Cristianismo empeoró la situación, puesto que los primeros padres de la Iglesia
presentaron el Judaísmo como una «secta» que había asesinado
al auténtico Mesías.
A causa de esta persecución , que les
prohibía en la mayoría de ciudades ejercer como soldados, agricultores o
abogados y casarse con cristianos
En
consecuencia, la Edad Media fue un período terrible para los judíos europeos.
Las autoridades emplearon los ataques contra la población hebrea a modo de
válvula de escape de los problemas sociales. Las falsas acusaciones de que los
hebreos profanaban hostias sagradas y perpetraron asesinatos rituales, sobre
todo en niños, fueron usadas para justificar el asalto a las juderías. A causa
de esta persecución, que les prohibía en la mayoría de ciudades ejercer como
soldados, agricultores o abogados y casarse con cristianos, los judíos se vieron
obligados a dedicarse a profesiones que, como los prestamistas o los
recaudadores, aumentaron los prejuicios contra ellos. Cabe mencionar que la
usura ( el cobro de
intereses en un préstamo) estaba mal visto moralmente entre los cristianos. Y, en
no pocas ocasiones, los deudores cristianos aprovechaban un estallido de
violencia religiosa para asesinar a sus acreedores.
El odio racial desplaza al religioso.
A partir del siglo XV, la
hostilidad hacia los hebreos vivió un importante repunte. La expulsión de los
judíos de España y Portugal trasladó la migración al norte de Europa, donde la
revolución religiosa iniciada por Martín
Lutero los situó entre dos fuegos. Tras un intento fallido
de atraerlos a su causa, Lutero propuso su expulsión y la quema de sus
sinagogas por todo el norte de Europa. Además, el reformador escribió el que
está considerado como el primer texto antisemita moderno, «Contra los judíos y
sus mentiras». Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas,
sepultar y cubrir con basura todo aquello a lo que no prendamos fuego para que
ningún hombre vuelva a ver de ellos piedras o ceniza», afirmó en un texto que,
en opinión del filósofo alemán Karl Jaspers,
vertebra parte del programa nazi.
El nacimiento del antisemitismo como
corriente de pensamiento en sí surgió en el siglo XIX, íntimamente ligada a la
eclosión de los nacionalismos. Cuando los judíos por fin consiguieron la
igualdad legal en la Europa occidental –en Rusia y otros países de su entorno
la persecución seguía siendo incesante–, su entrada en la esfera pública les
costó un nuevo tipo de aversión de carácter político. Ahora, el odio no era
religioso sino por el éxito económico y político.
«El
judaísmo equivale a una gota de sangre ajena con gran poder de destrucción en
el cuerpo germano», escribió a finales del siglo XIX el teólogo alemán Adolf
Stoecker. Una corriente de opinión extendida por toda Europa, algo menos en el
caso de España y de Gran Bretaña, que culpaba a los judíos de todos los
problemas económicos. La población, en efecto, percibía que los hebreos
monopolizaban profesiones como profesores, médicos o abogados. No en vano, la
mayoría de judíos residían en zonas urbanas, y siglos de marginación habían convertido
la educación en su única arma disponible para progresar socialmente.
En paralelo al surgimiento del movimiento sionista de la mano de Theodor Herzl y del acoso a los judíos en la Rusia comunista, Adolf Hitler hizo del antisemitismo la bandera de su proyecto político. El Régimen Nazi responsabilizó a los hebreos de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial e inició una salvaje campaña que tuvo su punto álgido en la Noche de los Cristales Rotos, en 1938. Esa noche se quemaron 267 sinagogas, se saquearon cerca de 7.500 comercios judíos, se detuvieron a 20.000 alemanes de origen hebreo y se impuso una gran multa a esta comunidad para «compensar los daños».
Era el
germen de la denominada por los nazis como «Solución final»: el intento de
exterminar a la totalidad de la población de esta religión en Europa. A cargo
de su planificación, organización administrativa y supervisión estuvo Heinrich Himmler. De su mano se
calcula que cerca de seis millones de judíos murieron durante uno de los
mayores genocidios en la historia de la humanidad. El antisemitismo llevado a
su máxima expresión.
Cesar Cervera
Diario ABC 25 de Enero 2019
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