Antonio Pozo Indiano
La calabaza es uno de esos alimentos
excepcionales a los que todavía no se ha hecho debida
justicia. Es digestiva, deliciosa, de aspecto atractivo y está repleta de
sustancias con efectos muy beneficiosos sobre la salud. Son méritos que
justifican un uso frecuente, con diferentes preparaciones, en otoño e invierno.
Solo estamos comenzando a conocer las posibilidades culinarias y
nutritivas de las calabazas, a pesar de que ya hace más de cinco siglos que los
barcos que regresaban de América trajeron las primeras a Europa.
Al parecer, la planta calabacera, pariente botánica del melón,
el calabacín, la sandía y el pepino, tuvo su
origen en la zona entre Guatemala y México, donde hace
unos diez mil años se consumían variedades silvestres que tenían poca pulpa y
sabor amargo.
Pero los agricultores americanos fueron seleccionando las
semillas hasta conseguir un alimento dulce y aromático. Se convirtió en un
patrimonio tan esencial para los nativos que algunas tribus norteamericanas
enterraban a sus muertos con calabazas, acaso como reserva de alimento y
protección para el más allá.
En América existen calabazas de verano, que se consumen
inmaduras, crudas, con piel y todo, pero las más populares, sobre todo entre
nosotros, son las que se cosechan de septiembre a
noviembre, cuando están completamente maduras y precisan
de cocción.
Pertenecen a las familias Cucurbita maxima, C. moschata y C. mixta, y
hay multitud de variedades de diferentes tamaños y colores –del amarillo al
naranja, pasando por el rojo, el verde, el azul y el gris–. La mayoría pesa de
2 a 8 kg, en algunos casos sobrepasan los 35 kg y las gigantes que se llevan a
concursos pueden llegar a los 600 kg.
Pese a la diversidad todas comparten algunas
características. Poseen una cavidad donde se alojan las
semillas, la pulpa es suavemente dulce con una textura firme, de grano fino y
la piel es tan dura y aislante que permite conservarlas durante meses en un
lugar fresco y seco.
Las más conocidas entre nosotros son las variedades de cidra,
con forma de pera, de pulpa gelatinosa y de intenso color amarillo, y la
confitera o de cabello de ángel.
Otras clases son la americana, la verde española, la de violín o
cacachuete y la de cuello torcido.
En España, la
mitad de las calabazas que se consumen proceden de las islas Canarias y
Andalucía. También se cultivan en Valencia, Murcia y Cataluña, pero los grandes
productores mundiales son China, India, Ucrania, Estados Unidos, Egipto y
México.
Las calabazas, especialmente las variedades de otoño e invierno,
proporcionan vitaminas y minerales esenciales sin aportar apenas calorías.
Esta hortaliza presenta una gran riqueza
vitamínica, especialmente de betacaroteno o provitamina A
y de las otras dos vitaminas antioxidantes, la C y la E.
También proporciona licopeno, el
mismo pigmento antioxidante del tomate, y varias vitaminas del grupo B, (B2 y
B6 y ácido fólico).
Entre sus minerales destacan el potasio, el fósforo, el magnesio, el hierro y el cinc. Aparte
de poco calórica, es uno de los alimentos más medicinales de nuestra huerta.
Visión más aguda
El
fuerte color naranja de las calabazas proviene de su riqueza de beta-caroteno,
que se convierte en vitamina A en el cuerpo. La vitamina A es esencial para la
salud de los ojos, y ayuda a que la retina absorba y procese la luz. Una sola
taza de calabaza contiene más del 200% de la ingesta diaria de vitamina A
recomendada para la mayoría de personas, lo que la convierte en una opción
extraordinaria para la salud óptica.
La
calabaza también contiene luteína y zeaxantina, dos antioxidantes que se cree,
ayudan a prevenir las cataratas e incluso podrían frenar el desarrollo de la
degeneración macular.
Mejor inmunidad
¿Buscas
una manera de protegerte de las enfermedades y mejorar tu sistema inmune?
Prueba la calabaza. La gran cantidad de vitamina A que la fruta provee ayuda a
tu cuerpo a combatir infecciones, virus y enfermedades infecciosas. El aceite
de calabaza incluso ayuda a combatir varias infecciones ocasionadas por bacterias
y hongos. Además, la calabaza cuenta con casi el 20% de la cantidad diaria
recomendada de vitamina C, lo que podría hacer que te recuperes de los
resfriados más rápidamente.