Antonio Pozo Indiano
Beneficios
del calabacín
La composición del
calabacín hace de él un ingrediente ideal en dietas para personas con
sobrepeso, hipertensión, problemas digestivos, estreñimiento o retención de
líquidos.
También las madres
son grandes defensoras del calabacín. Su suavidad, sabor, textura y calidad
nutritiva hacen del calabacín la primera hortaliza en la vida de muchos
niños, normalmente en forma de crema, puré o pastel.
Gracias a los
pequeños, el calabacín ha reconquistado muchos hogares. En algunos hasta se
atreven a cultivarlos, pues en una maceta grande su cuidado es sencillo.
Es, además, una
gran fuente de antioxidantes. Se recomienda comerlo con piel, pues
es ahí donde se encuentran la mayoría de nutrientes.
El
calabacín en la cocina
El calabacín se
encuentra entre una de las hortalizas más versátiles en la cocina, porque puede
ser la base de la preparación, pero también puede convertirse
en guarnición de un segundo plato o incorporarse como complemento en arroces,
pasta, ensaladas, tortillas o cremas.
Como estrella del
plato, se puede presentar relleno, cortado en tronquitos o barquitas. En
cambio, si lo cortamos en bastoncitos, rodajas o láminas finas, se
complementará sabrosamente con salsas y aliños de todo tipo.
Con el calabacín
combinan desde carnes y pescados hasta quesos y otras verduras. En cuanto a las
especias, se puede condimentar con comino, cúrcuma o curry y acompañarlo
entonces con arroz, cuscús o cereales hervidos.
Y en el caso de las
hierbas aromáticas, casa muy bien con la menta y la albahaca, pero
también el cebollino, el estragón, el eneldo e incluso el clásico perejil le
serán sumamente complementarios.
CONSERVA
TODAS SUS PROPIEDADES
Para aprovechar al
máximo sus propiedades es mejor no pelarlos (es mejor
consumirlos de cultivo biológico por esta razón) y en caso de que se cueza, es
aconsejable no tirar el agua resultante.
Esta agua se puede
reutilizar para hacer sopas o cremas, ya que una buena proporción de las
vitaminas contenidas en la piel del calabacín se disuelven en el agua.
Seguramente la
mejor forma de comer el calabacín –especialmente el tierno de pequeño tamaño–
sea crudo o con un ligero golpe de vapor.
Para ello, una vez
lavados, se puede rallar finamente o pasarlos por un
espirilizador que lo convierta en espaguetis vegetales.
Las flores del
calabacín, de sabor dulce con una nota amarga, se pueden consumir crudas en
ensaladas, cocidas al vapor con otras verduras, fritas o rebozadas.
COMPRA
Y CONSERVACIÓN
En el frigorífico
es mejor conservar los calabacines en el verdulero, en el que se mantendrán en
perfecto estado 3 o 4 días. Después su textura se volverá algo flácida, aunque
seguirán siendo aptos para el consumo. En ese caso es mejor dedicarlos a la
preparación de sopas y cremas o tortillas.
Al guardarlos,
conviene también mantenerlos separados de frutas y tomates, ya que estos últimos
desprenden etileno, que puede acelerar el deterioro del calabacín.
Otra opción
es escaldarlos entre tres y cinco minutos para destruir su
carga enzimática, que puede alterarlo, y a continuación introducirlos en el
congelador.
LAS
SEIS VARIEDADES MÁS COMUNES
·
Minicalabacines. De cosecha muy temprana, se comen
crudos en ensalada.
·
Verdes. Son los calabacines alargados,
típicos del Mediterráneo. Aromáticos, de textura firme y aptos para rebozar. La
subvariedad «sofía» es de color oscuro, y la «samara», verde brillante.
·
Claros. Los Grison son verde claro y con
puntos grises, y los Clarita, más blancos.
·
Amarillos. Dulces y de textura más blanda. Se
utilizan en sopas y cremas.
·
Redondos. Se conocen como zapallos en
Latinoamérica. Verdes, se prestan para rellenar.
·
Calabacín con flor. Una delicatesen. Su piel es muy
tierna; la pulpa, firme y fundente a la vez.
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