Antonio Pozo Indiano
La naturaleza creó el calabacín para los
paladares con capacidad de apreciar lo sutil. Junto a su delicado sabor ofrece
nutrientes en gran cantidad, y eso que es una refrescante verdura veraniega.
Los primeros en disfrutar de un alimento que
debió ser parecido al actual calabacín fueron los indígenas
norteamericanos.
Se sabe que los miembros de la nación
Narrangansett, el "pueblo de cabeza pequeña", que vivía en lo que hoy
es Rhode Island (Estados Unidos), llamaban al calabacín askutasquash, que significa "algo que se come
crudo", palabra de la que deriva el término inglés squash: calabaza.
También existen referencias de su cultivo en América
Central hace siete milenios.
Estos datos parecen indicar que el origen de la planta debe de ser americano.
No obstante, existe la teoría de que el calabacín (Curcubita
pepo pepo giromontiina) que
todos conocemos fue fruto de un afortunado cruce genético, ocurrido en algún
huerto cerca de Milán a finales del siglo XVIII
A lo largo de la década de 1920, los
emigrantes italianos se lo llevaron a América para que no faltara en sus
comidas familiares. Así fue cómo volvió un descendiente del calabacín a su
madre patria.
El calabacín se ha beneficiado del interés
creciente por la salud y la silueta. Como contiene bastante agua y fibra, llena
el estómago y no falta en las dietas de adelgazamiento, siempre y cuando no se
consuma frito.
Un calabacín de 250 g aporta solo unas 48
calorías, pero acompañadas de abundante fibra y cantidades notables de nutrientes
esenciales: ácido fólico, potasio, hierro, manganeso, vitamina A y vitamina C
(teniendo en cuenta que esta última solo se aprovecha si se consume crudo o
ligeramente cocido al vapor).
VITAMINAS
Siempre que se consuma crudo o ligeramente
cocido al vapor, destaca su contenido de vitamina C. Un calabacín mediano crudo
(250 g) aporta el 60% de las necesidades diarias.
Es significativa la presencia de vitaminas del
grupo B, esenciales para la obtención de energía. Importante es la cantidad de ácido fólico,
vitamina decisiva para la salud del sistema nervioso y el sistema
inmunitario.
MINERALES
Además del potasio, que contribuye a regular
la tensión arterial y la distribución de líquidos en el cuerpo, el calabacín
proporciona tres minerales esenciales para el buen estado de los huesos: calcio, fósforo y magnesio.
Otro mineral presente en dosis significativas
es el hierro. Un calabacín de 250 g aporta de media 3,8 mg, que supone el 25% de las necesidades
diarias, aunque no se asimilen
en su totalidad.
FIBRA
En comparación con otras hortalizas aporta una
proporción menor de fibra, pero es muy rica en mucílagos, unos compuestos que protegen la
mucosa del sistema digestivo y favorecen la flora intestinal beneficiosa.
Son responsables de la buena fama del
calabacín como alimento digestivo, indicado en casos de alteraciones como
gastritis y estreñimiento.
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