Antonio Pozo Indiano
Sería uno de los grandes
hallazgos de la egiptología pero, de momento, figura junto a la sepultura de
Nefertiti en los enigmas sin resolver que
guardan las arenas o las aguas de Egipto. La tumba de Cleopatra
VII y Marco Antonio permanece extraviada a pesar de los titulares que esta
semana han circulado por internet anunciando su descubrimiento.
El mediático arqueólogo
Zahi Hawass, el autor de las supuestas declaraciones que avanzaban el hallazgo,
niega cualquier novedad en declaraciones a EL MUNDO.es. "No es cierto. No
he encontrado la tumba de Cleopatra", replica en conversación con este
diario, molesto por la repercusión de una entrevista erróneamente
traducida en Italia y amplificada, sin la más leve
confirmación, por medios de comunicación de todo el mundo.
Hasta hace dos años
Hawass, ex ministro de Antigüedades del país árabe, codirigía la excavación de
Taposiris Magna, un complejo monumental ubicado a unos 45 kilómetros al oeste
de la ciudad mediterránea de Alejandría. En su perímetro, la arqueóloga y abogada
dominicana Kathleen Martínez, estaba convencida de desempolvar el sarcófago de
la última reina del antiguo Egipto (69 a.C.-30 a.C.) y el general romano.
Pero, hasta ahora, la búsqueda ha resultado infructuosa.
"Se ha excavado Taposiris Magna durante los últimos ocho años. Martínez
piensa que tanto Cleopatra como Marco Antonio fueron enterrados allí, pero ésa
no es mi teoría. Yo no comparto esa idea", comenta un egiptólogo que ha
logrado fama mundial a golpe de apariciones en documentales estadounidenses y
conferencias por todo el planeta.
"Es cierto que
durante todo este tiempo han aparecido monedas y estatuas con la imagen de Cleopatra y un gran
cementerio en el exterior del templo pero sin rastro de la tumba de
Cleopatra", apunta Hawass, embarcado ahora en la búsqueda del
enterramiento de Anjesenamón, la esposa de Tutankamón (1336-1327 a. C.) y la
esquiva Nefertiti.
"Yo he cooperado
con Martínez pero hace dos años dejé la dirección del proyecto porque estoy ocupado con mi trabajo en el Valle de los Reyes de Luxor
buscando la tumba de Nefertiti y Anjesenamón", arguye quien
visitó por última vez las excavaciones de Taposiris Magna hace dos meses.
"El trabajo allí sigue su marcha pero no hay ninguna prueba de la
existencia de la tumba de Cleopatra. Y creo que el templo ha sido ya
completamente excavado", agrega.
La tesis de Hawass sitúa
el nicho de la monarca en otra localización, lejos de un recinto que fue
horadado a partir de la expedición militar de Napoleón Bonaparte en 1801.
"Mi sensación es que fue enterrada en el interior de la tumba que mandó
construir en su palacio de Alejandría", confiesa el arqueólogo.
Existen, sin embargo,
otras hipótesis. Hace tres años, en una entrevista con este diario Joyce
Tyldesley, egiptóloga del Museo de Manchester y autora del ensayo
"Cleopatra, la última reina de Egipto", puso en duda su
envenenamiento y esbozó otra posibilidad sobre el paradero de su cadáver.
"Sería fantástico hallar la tumba de Cleopatra.
Pero mi tesis es que Cleopatra fue tal vez incinerada y luego colocada en una
tumba en Alejandría", argumentó.
"Voluptuosidad infinita al hablar"
"Ninguna tumba de
la tierra encerrará una pareja tan famosa", proclamaba Octavio en
"Antonio y Cleopatra", la obra teatral que William Shakespeare
compuso a partir del relato de Plutarco. A lo largo de la última década, la
afirmación de que la vida paralela de ambos personajes yace junta en un lugar
indeterminado ha sido acogida con incredulidad por la comunidad arqueológica
internacional.
El misterio continúa
rodeando el destino final de la mujer que, según la tradición popular, se
suicidó con la mordedura de una cobra egipcia, incapaz de sobreponerse a la
instantánea de Marco Antonio agonizando entre sus brazos atravesado por su
propia espada al dar por cierta la noticia falsa de la muerte de su esposa.
Cautiva en su palacio de
Alejandría, la hija de Ptolomeo XII -asistida por sus criadas Iras y Charmion-
prefirió renunciar a la vida antes que aceptar el ocaso de la civilización
faraónica y jurar obediencia a Octavio, convertido en el 27 a.C. en el primer emperador romano bajo el nombre de César Augusto.
Décadas después, Plutarco la describió como escurridiza y embaucadora,
irresistible en el trato por su "voluptuosidad infinita al hablar" y
la dulzura y armonía del son de su voz.
"La edad no puede
marchitarla. (...) Provoca más hambre cuanto más satisface", escribió de
ella Shakespeare. Según el retrato robot que nos ha legado el tiempo, Cleopatra
era extremadamente inteligente e instruida en ciencias naturales, Filosofía,
Medicina y Matemáticas. Políglota, fue el primer miembro de la dinastía
ptolemaica en hablar egipcio antiguo.
La última soberana del
antiguo Egipto -que se casó con sus dos hermanos y resistió en una corte de
lenguas viperinas, conspiraciones e imposturas familiares- venció a su propio
óbito y se convirtió en mito. "La primera
celebridad del mundo"-según el crítico estadounidense
Harold Bloom- sobrevivió en un escenario. Fue personaje de ópera y William
Shakespeare le devolvió la voz y el llanto. Resucitó entre fotogramas. En la
piel de Elizabeth Taylor o Angelina Jolie, su última inquilina. Y consiguió
incluso la dicha del recuerdo cotidiano.
Su nombre es la marca de
unos cigarros con los que miles de egipcios llenan de nicotina sus pulmones a
falta de libras para costear caladas de tabaco extranjero. El eco de la mujer
que cautivó a Julio César y Marco Antonio habita cualquier páramo. Roma trató en vano de descubrir su sepultura.
Su lecho permanece intacto. Dos milenios después de su muerte, su lugar de
reposo sigue siendo un interrogante perdido en las aguas del Mediterráneo o
bajo las arenas del desierto.
FRANCISCO CARRIÓN
El Cairo
18 ENE. 2019 02:04
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