Antonio Pozo Indiano
Los economistas alertan de la falta de
medidas de unos Presupuestos «electoralistas»
La deuda pública ha pasado de ser el as que
se escondió España en la manga y con el que logró bandearse en los años más
duros de la crisis a convertirse en su talón de Aquiles en materia económica.
El endeudamiento público se encuentra actualmente en niveles históricamente
altos, ya supone el 97,5% del PIB, tras haber amortiguado el hundimiento en
picado de la recaudación, el aumento del gasto en prestaciones por desempleo y
varios rescates bancarios que dejaron un factura millonaria. Factura que se
dejó a pagar en los años de bonanza y que ahora inquieta a los economistas ante la inacción del Gobierno y la falta de medidas
urgentes de reducción de la deuda y contención del gasto.
Porque tras años de cálido crecimiento,
tanto España como la Eurozona comienzan a pisar ya el sombrío terreno de la
desaceleración. Y la clave para poder sostener sin problemas un nivel elevado
de deuda está en alimentar un PIB sólido que permita pagarla. La semana pasada,
sin ir más lejos, la Comisión Europea recortó las previsiones de crecimiento a
la plana mayor de la zona euro, incluida España, ante el «menor crecimiento del esperado en 2018» y la guerra comercial entre Estados Unidos y
China.
«La
próxima crisis llegará, no sabemos cuándo, pero llegará. Y si
no hemos hecho nada antes, nos pillará sin margen de maniobra y no podremos
evitar que los recortes sean verdaderamente desagradables. Si comienzan a hundirse los ingresos y para entonces no hemos reducido
nuestro nivel de deuda habrá que recortar de donde se pueda porque será difícil
que nos presten mucho más. Por eso debemos intentar reducir nuestro
endeudamiento durante los años en los que la economía está más fuerte. Lo
cierto es que deberíamos haber empezado a hacerlo unos años atrás, ahora vamos
tarde pero es mejor empezar ya y no dejarlo pasar más», explica Ángel de la
Fuente, director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada
(Fedea).
Durante los once años que finalizaron en
2007, justo antes de que estallara la burbuja de «subprime» en Estados Unidos y
desencadenara después la crisis del euro, España creció a un ritmo medio del
3,6%. La deuda pública suponía el 36%
del PIB. Desde entonces, el endeudamiento no ha dejado de
crecer año a año y casi se ha triplicado, pasando de los 436.984 millones de
euros (el 40% del PIB en 2008) a los 1,169 billones de noviembre de 2018 (el 97,5%). Sin embargo, en el terreno político, las medidas encaminadas
a reducir la deuda brillan por su ausencia. El proyecto de Presupuestos
Generales del Estado, que estos días afronta su negociación
parlamentaria, refleja
un recorte del déficit, aunque la deuda apenas baja, ya que el
Gobierno solo reduce su previsión en una décima al 95,4% del PIB en 2019. Se
trata de la misma revisión que se hizo un año antes, aunque finalmente se cerró
2018 en el 96,9% (frente al 97% calculado sobre el papel). De hecho, se espera aumentar las emisiones netas del Tesoro hasta los 35.000
millones, frente a los 34.277 de 2018.
Sí que reconoce el Ejecutivo que el PIB comienza a perder
fuerza y comienza a acercarse ya a la cara descendente de la gráfica. «Deberíamos estar preparando nuestras arcas para afrontar la próxima
crisis, nuestro paraguas particular. Ése que nos ayudó en 2007 y que ya no
tenemos. Ahora mismo España tiene muy poca capacidad fiscal y aunque hoy pagar
sea fácil, no deja de ser un escenario preocupante a medio plazo porque
compromete la capacidad de acción pública», advierte Isabel Rodríguez, catedrática
de la Universidad de Navarra. Coincide con ella De la Fuente: «Los Presupuestos
Generales del Estado deberían hacerse pensando en reducir la deuda y desde
luego los que ha presentado el Gobierno no parece que se hayan hecho así. Me
gustaría ver en el Ejecutivo una mayor preocupación por este asunto».
«Con las manos atadas»
«Hay que tener en cuenta, además, que nosotros nunca
amortizamos la deuda, sino que la refinanciamos. Si la economía crece y aumentan los precios, el peso de nuestra deuda
en relación al PIB -que es el indicador que se toma de referencia para testar
la capacidad de pago de un país- va disminuyendo. Por lo tanto hay que estar muy atentos a que la deuda no
crezca más rápido que el PIB nominal y desde luego no
podemos fiarlo todo al crecimiento porque si entramos en recesión el déficit se
hará mucho más fuerte y la deuda se disparará. Esta situación te impide poner
en práctica una política fiscal expansiva, tienes las manos atadas», asevera
José María O’Kean, profesor del IE Business School.
Una de las causas de esta inacción hay que
buscarlas en que la necesidad, de momento, no apremia y el mismo Ejecutivo que
ha presentado unos Presupuestos «imposibles»
y «de marcadísimo corte
electoral», en palabras de O’Kean, no parece el más interesado
en resolver un problema que estallará a medio plazo. Las facilidades de pago de
nuestra deuda siguen siendo, hoy por hoy, enormes, con tipos de interés en
mínimos, incluso cuando el Banco Central Europeo ya ha comenzado a retirar sus programa de
estímulos de política monetaria.
Títulos en manos de
extranjeros
Los
principales bancos centrales de todo el mundo y los fondos públicos se
convirtieron estos años atrás en los principales tenedores de deuda soberana.
Algo que ahora supone un desafío pues, aunque el apetito de los inversores
privados parece haber despertado, la perspectiva de que un nuevo ataque de
pánico afecte al mercado y limite la liquidez sigue siendo fuente de
preocupación para los gestores.
En lo que se refiere a nuestro país, la
posibilidad de contagio de Italia si
la situación se complica -la volatilidad ha vuelto a la prima de riesgo, que ha
pasado de un mínimo de 239 puntos básicos a finales de 2018 a niveles de 284-
está presente, aunque de momento el diferencial de España se mantenga estable.
A favor de nuestro país está también el haber entrado en el grupo de países que
tiene un rating de «A-» o superior, lo que le ha permitido beneficiarse de un
abanico de inversores mayor. De hecho, los inversores asiáticos
se adjudicaron un 12% de la última emisión sindicada española frente a un testimonial 1% que
supusieron en la emisión portuguesa o italiana.
El lado más negativo del panorama saca a
relucir los importantes riesgos
internacionales que acechan a la economía internacional y
que pueden pillar a España con el pie cambiado. Así lo indica Rodríguez que
alerta además del «elevado coste de oportunidad que tendrá la deuda cuando
comiencen a subir los tipos de interés. Si se ralentiza la economía global,
habrá menos ingresos fiscales y al final el coste relativo será mucho mayor».
Ante esto, el camino es simple, aunque no
parece sencillo. «Para rebajar la deuda, sólo hay dos vías: gastar menos o ingresar más,
para así reducir el déficit y a poder ser eliminarlo. Desde luego es menos malo
ir bajando poco a poco los niveles de deuda que de pronto tener que enfrentarse
a un problema mayor sin recursos», concluye De la Fuente.
MADRIDActualizado:11/02/2019 03:03h
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